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Cómo ayudar a nuestros hijos con la frustración

Los niños sienten la necesidad de la satisfacción inmediata y pocas habilidades para expresar emociones de la forma adecuada. Son egocéntricos y no tienen la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás. Por eso viven cualquier límite o negativa como algo terrible e insoportable. Cuando no obtienen lo que desean suelen reaccionar con ira, rabia o agresividad. En nuestra mano está enseñarles a expresar las emociones negativas de una forma más adecuada, y sobre todo a tolerar la frustración. Si no se hace, la intolerancia a la frustración puede crear numerosos problemas en el futuro.

Lo quiero = lo necesito

Una de las ideas centrales que hacen intolerante a la frustración es confundir los deseos con la necesidad. Uno no necesita ganar siempre en un juego, pero la vivencia es de necesidad. Lo primero que hay que enseñar a un niño es que sus deseos no siempre van a ser satisfechos. Hay que enseñarlo con palabras, pero sobre todo con hechos. Aprenderán que demás también tienen deseos y a veces se van a cumplir los de los otros antes que los de uno.

La vida tiene que ser fácil y cómoda

Cuando un bebé tiene necesidades básicas (fisiológicas) hay que satisfacerlas de manera inmediata para transmitirles bienestar y seguridad. Cuando los niños van creciendo y haciéndose autónomos aprenderán que obtener lo que uno desea a veces cuesta un esfuerzo. Incluso, en ocasiones, no se consiguen a pesar de haberse esforzado. Por eso, darles pequeñas responsabilidades adaptadas a su edad y capacidades es fundamental. También es bueno sensibilizarles con las dificultades de la vida y el sufrimiento. Que conozcan a niños que pasan por apuros económicos o problemas de salud les hará ver que la vida no siempre es fácil.

Una de las ideas centrales que hacen intolerante a la frustración es confundir los deseos con la necesidad

La intolerancia a la frustración y la impulsividad

Ambas van muy unidas. “Lo quiero y lo necesito ya”. “No soporto esperar”. Existe un experimento realizado hace años por el psicólogo Walter Mischel de Columbia University para averiguar si los niños podían esperar más tiempo para obtener una recompensa mayor. A niños de cuatro años se les dejaba un caramelo en la mesa. Si el  niño era capaz de esperar 15 minutos a que volvieran sin habérselo comido, les daban dos. Después de un seguimiento sistemático durante 20 años se observó que los niños que eran proclives a dejarse llevar por el impulso de comer el caramelo seguían sin saber reprimir sus impulsos en la adolescencia. Sus notas académicas eran peores y eran más infelices. Los niños que lograron esperar utilizaron diferentes estrategias para hacerlo. A los niños hay que enseñarles estas estrategias para poder controlar los impulsos y que esto tiene sus recompensas. También se les puede motivar a que  propongan sus propias estrategias para controlarse cuando tienen qué esperar y darles oportunidades para practicarlas y mejorarlas.

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Consecuencias de no manejar las emociones

Cuando sentimos pena o ansiedad de ver a un niño frustrado que llora, se muestra agresivo o triste podemos sentir la tentación de ceder ante sus deseos o caprichos. El intentar que no se enfrente a la frustración y no enseñarle a manejarla adecuadamente puede tener consecuencias muy negativas en la adolescencia o edad adulta. La intolerancia a la frustración es muy común en problemas como la agresividad paterno-filial, drogadicciones, trastornos  como anorexia y bulimia, depresión, problemas de ansiedad, e incluso el trastorno de personalidad narcisista.

¿Cómo ayudar a los niños?

La exposición a las frustraciones es fundamental. Evitarlas solo agrava el problema.  Hay que “dejarle perder” de vez en cuando jugando, no comprarle un juguete que le encanta o solo darle algún dulce el fin de semana. No les estamos castigando, les estamos ayudando.

Procurar que el niño distinga entre deseos y necesidades. Explicarle que es imposible conseguir todo lo que se desea. La vida es así. A todos nos pasa. Él es muy importante para nosotros, pero no es excepcional ni el centro del universo.

Poner límites ante los cuales mantenerse tranquilo pero firme.

Hacer que se sienta comprendido. Dejarle expresar sus sentimientos y dotarle de herramientas para para soportar la frustración o la espera. Utilizar el sentido del humor o la distracción puede funcionar.

Enseñarle a que exprese las emociones verbalmente y no llorando. A partir de los  4 años ya van teniendo capacidad de hacerlo.

Ser un modelo de tolerancia a la frustración. Verbalizar cuando algo no nos ha salido como deseábamos, que eso no nos ha  gustado, pero que no pasa nada o que hay que esperar.

Hacerle ver que la perfección no existe, que la vida a veces no es justa y que las cosas no ocurren solo por desearlas.