Psicología profecía autocumplida efecto pigmalión

¿Realmente a las personas positivas le ocurren más cosas buenas? ¿Puede nuestro pensamiento ser premonitorio? ¿Has oído hablar de la profecía autocumplida y el efecto Pigmalión?

Aquello que nos decían de pequeños de que “si lo piensas con mucha fuerza se cumple”  tiene una parte real. Las expectativas que los demás ponen en nosotros y nuestro propio pensamiento se pueden convertir en realidad. Ésto lo explica el efecto de la profecía autocumplida o efecto Pigmalión. Te contamos en qué consiste.

De dónde viene la profecía autocumplida

Cada persona tiene una manera de dar significado a las situaciones que percibe. En base a esa interpretación de la realidad actúa de determinada manera. Por tanto, su comportamiento responde a lo que percibe y el significado que le da, y este comportamiento ejercerá su influencia en los demás, en sí mismo y en sus posteriores interpretaciones, es decir, tendrá sus consecuencias.

Por mucho que desees algo, no se convierte en realidad con solo pensarlo, pero ciertas formas de pensar se pueden traducir en emociones y conductas que sí tienen influencia en las experiencias que viviremos. La profecía autocumplida son pensamientos predictivos que causan que éstos se lleguen a hacer realidad. Este efecto bien utilizado tiene una repercusión muy positiva en nuestra vida, pero los psicólogos nos solemos encontrar a personas cuyo pensamiento negativo repercute en su realidad y vuelve a ellos como un bumerang.

Cómo funciona la profecía autocumplida: expectativas y actitud

Si pensamos que vamos a fracasar en algo, las probabilidades de que esto ocurra se multiplican. El efecto entre pensamiento y resultados no es directo y puede que no esté basado en la realidad. Son nuestras conductas y nuestra actitud lo que incidirá en el resultado final.

Imaginemos que alguien convence a Pedro para poner un negocio, porque cree que es un gran profesional con mucho potencial. Pone ese negocio, pero cree que va a fracasar debido a la pobre percepción que Pedro tiene de sí mismo. Cree que no tiene suficientes conocimientos, que no tiene buenas habilidades sociales y que la competencia es mucho mejor en todo. Este pensamiento le paraliza. En lugar de trabajar duro y buscar clientes, Pedro está lamentándose de lo poco que vale. No sale a buscar clientes y no trasmite ilusión ni seguridad en lo que hace (aunque en realidad sería bueno en su trabajo si confiara más en él).  No consigue clientes así que su negocio no tiene éxito. Pedro pensará entonces: “ya sabía yo que fracasaría” “No valgo”.

¿Te imaginas que secuencia de hechos le seguirían, después de poner un negocio, a alguien que piensa en éxito? Los pensamientos de ilusión y autoconfianza seguramente habrían hecho que Pedro saliera a buscar clientes. Les transmitiría, a su vez, esa ilusión y confianza. Seguiría formándose para intentar ser cada vez mejor profesional y sus clientes estarían contentos con su trabajo. Aumentarían las probabilidades de éxito de su negocio.

El efecto Pigmalión y la profecía autocumplida

Robert Rosenthal era un psicólogo americano que estudiaba como las expectativas que tenemos las personas acaban influyendo en lo que percibimos. Por otro lado, Leonor Jacobson directora de un instituto de california, se informó de las investigaciones de Rosenthal y le propuso que colaboraran con el propósito de aplicar sus estudios a los alumnos del instituto. Diseñaron entonces un experimento conjuntamente que iniciarían el siguiente curso.

Tomaron a 300 alumnos y les pasaron unas pruebas de inteligencia. Los resultados de las pruebas indicaron que todos ellos tenían más o menos el mismo nivel de inteligencia. Ninguno destacaba especialmente sobre los demás. A continuación, escogieron al alzar a un pequeño grupo de ellos sobre los que escribieron informes falsos. Dichos informes se los hicieron llegar a los profesores. En ellos se explicaba que los resultados de las pruebas de inteligencia que les habían aplicado habían dado unos resultados extraordinarios. Se les dijo a los profesores que debido a su alto nivel de inteligencia podrían esperar muchísimo de estos alumnos durante el curso.

Una vez terminado el curso a esos 300 alumnos se les volvió a pasar la misma prueba de inteligencia. Los resultados fueron sorprendentes: los alumnos de los cuales se habían escrito informes falsos habían sacado mucho mejores resultados que el resto. ¿Por qué sucedió esto?

Conclusiones del experimento de Rosenthal y Jacobson

Mediante los falsos informes que escribieron Rosenthal y Jacobson crearon en los profesores expectativas distintas respecto a estos alumnos. La actitud de los profesores hacia estos alumnos cambió, les daban un trato diferenciado. Les prestaban más atención, les repetían más veces que al resto las explicaciones, porque pensaban que si no habían entendido algo es que ellos no se lo habían explicado bien. Les daban más oportunidades, les animaban más.

Los profesores se esforzaban más animados por las expectativas de lo lejos que podían llegar esos alumnos tan excepcionales. Al final, esas expectativas de éxito se acabaron cumpliendo: el grupo de alumnos con informes falsos obtuvieron mejores resultados que sus compañeros.

Conclusiones acerca de la profecía autocumplida

Las expectativas que tenemos acerca de nosotros mismos o de los demás tienen un enorme efecto respecto a los resultados que se acaban produciendo. La profecía autocumplida o efecto Pigmalión no son magia, son efectos que nosotros provocamos inconscientemente. Nuestras expectativas sobre lo que va a ocurrir hace que cambie nuestra actitud, nuestras conductas, lo cual incide en la probabilidad de que se produzca algún hecho que habíamos vaticinado.

Muchas personas acostumbradas a tener frecuentemente expectativas negativas acerca de sí mismos o lo que les rodea dicen tener razón cuando se cumplen. "Ves, ya sabía yo que iba a pasa". Esto a su vez hace que sigan teniendo pensamientos negativos ya que "tienen razón". Además tienden a focalizar sus percepciones en lo que corrobora aquello que habían pensado. Pasan por alto experiencias positivas, teniendo un sesgo cognitivo hacia lo negativo. Esto produce mucho malestar, un bajo estado de ánimo y ansiedad.

Planteémonos hasta qué punto somos fruto de nuestras expectativas y las de los demás. Quizá merezca la pena analizar nuestra forma de pensar y cambiarla cuando las cosas nos van mal. Es curioso cómo un pensamiento positivo produce generalmente mejores resultados, o por lo menos hace que nos sintamos mejor y estemos más motivados.